martes, 19 de agosto de 2008

Tienes que cuidarte. Tercera Parte (pero la realidad te alcanza)

Llegas a los grandes almacenes ¡Por fin!. Miras la ropa. Ves un vestido ideal de la talla S. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. No te vale. Ves un vestido de la talla M no tan ideal. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. No te vale. Ves un vestido de la talla L. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. Podría valerte, pero se te pega demasiado al abdomen. Lo sueltas. Ves un vestido de la talla XL. Esperas la cola del probador. Lo miras. Te toca entrar en el probador. Lo miras. Lo sueltas sin probártelo. El vestido es “como de muy mayor”. Hablas con la dependienta:

- Por favor, este vestido de la talla S. ¿No lo tiene en la talla XL?
- En esa talla no ha venido.
¿Es que te está llamando gorda? ¿Por qué los vestidos monos no tienen tu talla? Decides salir de la tienda.

Podrías llamar a tu mejor amiga, ella te entendería. Pero recuerdas que la última vez que hablaste con ella estaba toda deprimida pensando en que hacía un año ya desde el parto y no se podía poner la ropa de antes de quedarse embarazada. En su momento no te la tomaste en serio, creíste que exageraba. Decides no llamarla por fin.

Sumida en la desesperación, te vas a comer. ¡Mejor un vegetariano!- Piensas. Lo cierto es que te hincharías a chocolate, si pudieras, o a helado... La carta del vegetariano tiene el equivalente de todos los platos en calorías. Te decides por uno de menos de 500 calorías. Comes sin gana el bol de lechuga y tomate y la lasaña verde. ¡Menos mal!, el postre.

- Por favor, ¿puede traer el postre?
- Si, ahora mismo.
La camarera vuelve con un zumo de naranja. Te quieres morir...

No hay comentarios: