jueves, 21 de agosto de 2008

Tienes que cuidarte. Cuarta y Última Parte (desenlace final: resignación)

El día que llevas te ha generado mucho estrés y el cuerpo te pide chocolate. ¡Se acabó!. Te vas a la heladería más cercana y te pides una copa “a los tres chocolates con virutas de chocolate y chocolate fundido” Durante unos instantes sabes lo que es ser feliz... pero dura poco... Los remordimientos pronto se apoderan de ti. ¿Pero qué has hecho? ¡Insensata! ¿Pero qué he hecho? ¡Seré insensata!...

“Lo mejor será poner remedio a esto cuanto antes”. En la misma heladería, con la copa-cuerpo del delito todavía allí presente, empiezas una lista infernal con cosas que puedes hacer:

- Hacer aerobic.
- Hacer dieta.
- Comprar cremas para arrugas.
- Comprar un tinte vegetal.
- Andar 10 Km diarios.
- Enterarse de si existe algún champú anti-canas (¿?)

Te propones ponerte al día en un mes. Haces cuentas: necesitas que el día dure más horas. “¿Se podrá hacer una queja en algún sitio para que el día dure más?”. Efectivamente. Deliras.

Echas cuentas de lo que te vas a gastar en el gimnasio, en las cremas, en el dietista... Son tres cuartas partes de tu sueldo. Conclusión: ¡Además tu sueldo es una mierda! ¿Pero cómo puedes haber estado viviendo en la ignorancia tanto tiempo?

Hoy no es tu día. Es mejor irse. Es la primera vez que vas de rebajas y no te compras nada. Alguna vez oíste a alguien decir algo así, pero no creíste que eso pudiese ser verdad.

Cuando tu pareja llega a casa ya te has acostado:

- “¿Te pasa algo cariño?”
- “No sé, creo que es la edad”
- ¿Qué tal tu día de vacaciones?
- Fatal, tengo la sensación de haber envejecido 10 años de golpe.
- ¡Ah, pues yo te veo muy bien! -Te tapas la cabeza pensando en lo bonito que sería haber nacido hombre. ¿Por qué Ellos nunca se dan cuenta de nada? ¿Por qué ellos si pueden vivir felices en la ignorancia?

martes, 19 de agosto de 2008

Tienes que cuidarte. Tercera Parte (pero la realidad te alcanza)

Llegas a los grandes almacenes ¡Por fin!. Miras la ropa. Ves un vestido ideal de la talla S. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. No te vale. Ves un vestido de la talla M no tan ideal. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. No te vale. Ves un vestido de la talla L. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. Podría valerte, pero se te pega demasiado al abdomen. Lo sueltas. Ves un vestido de la talla XL. Esperas la cola del probador. Lo miras. Te toca entrar en el probador. Lo miras. Lo sueltas sin probártelo. El vestido es “como de muy mayor”. Hablas con la dependienta:

- Por favor, este vestido de la talla S. ¿No lo tiene en la talla XL?
- En esa talla no ha venido.
¿Es que te está llamando gorda? ¿Por qué los vestidos monos no tienen tu talla? Decides salir de la tienda.

Podrías llamar a tu mejor amiga, ella te entendería. Pero recuerdas que la última vez que hablaste con ella estaba toda deprimida pensando en que hacía un año ya desde el parto y no se podía poner la ropa de antes de quedarse embarazada. En su momento no te la tomaste en serio, creíste que exageraba. Decides no llamarla por fin.

Sumida en la desesperación, te vas a comer. ¡Mejor un vegetariano!- Piensas. Lo cierto es que te hincharías a chocolate, si pudieras, o a helado... La carta del vegetariano tiene el equivalente de todos los platos en calorías. Te decides por uno de menos de 500 calorías. Comes sin gana el bol de lechuga y tomate y la lasaña verde. ¡Menos mal!, el postre.

- Por favor, ¿puede traer el postre?
- Si, ahora mismo.
La camarera vuelve con un zumo de naranja. Te quieres morir...

domingo, 17 de agosto de 2008

Tienes Que Cuidarte. Segunda Parte (De cuando intentas correr más, que tu propio sino)

Te desmoronas en el sofá y te arrepientes de haber cogido el día de vacaciones, de haber puesto la tele, de los excesos de las Navidades, de las “marcas” que te salen al reír...

Llamas a tu madre:

- ¡Piiiiiiiiiiiiiii, Piiiiiiiiiiiiiiii!
- Dígame.
- ¡Hola mamá!
- ¿Qué pasa hija?
- Te llamo porque me han salido 13 canas y...
- Menuda tontería, bastante has aguantado sin tinte, esto es ley de vida... bla... bla... bla...
Ahora también te arrepientes de haber llamado a tu madre.

Decides salir. “Necesito ir de compras. Salir me vendrá bien...” – Te dices.

Te metes en el metro y empiezas a ver los cartelones de publicidad: ‘Clínica de adelgazamiento Fulanita de tal’, ‘Laser antiarrugas’... ¡El mundo está confabulando contra mí!

Mientras miras las cabezas de la gente sentada en el vagón, y les cuentas las canas, un asiento queda libre. Una niña de unos 15 años de edad, te mira y mira el asiento. Entonces espeta: “Señora, ¿se quiere sentar?”.

“¿Señora?¿Cómo que señora?”- Piensas.

Esa niña con sonrisa “profiden” y su pantalón ajustado, te parece cruel y sin sentimientos. Acaba de hundirte en la miseria. La miras con odio pensando en qué diablos de edad piensa ella que tienes o bien, en que has engordado de nuevo y cree que estás embarazada. Cualquiera de las dos opciones te parece deprimente... y decides sentarte...

viernes, 15 de agosto de 2008

Tienes Que Cuidarte. Primera Parte (de cuando la venda se cae de los ojos).

La vida pasa, sin prisa pero sin pausa, pero una parece que nunca se da cuenta. Se mira al espejo y espera ver a una post-adolescente de 20 años, delgada, de piel estirada y estilizada figura, pero el espejo es cruel, y te devuelve la imagen que de verdad tienes.

Se cree que una persona ve como cada día va cambiando poco a poco, pero eso no es cierto. Una cambia de repente. Se levanta un día de vacaciones, de esos perdidos que la empresa te obliga a coger en enero y que una piensa: “Aprovecho y voy de rebajas”.

A pesar de las “buenas intenciones” para ese día, no se madruga. Ya que se está de vacaciones, ¿Por qué no dormir un poco más? Y ese es el gran error que la llevará a envejecer sin remedio... Con el pijama puesto, una decide encender la tele para ver aquello que nunca ve. Esos programas prohibidos, hechos para amas de casa, que son las únicas que pueden ver la tele a esas horas. Ese es el segundo gran error...

En la pantalla, la presentadora trae como invitada a una jovencísima colaboradora “posh” que nos habla del apasionante mundo de las cremas: “¿Y que nos traes hoy?” “pues traigo una crema ideal para esa difícil edad en la que empiezan a salir esas arruguitas principio de la decadencia, para las treintañeras”.

Una lucecita se enciende en tu cerebro: ¡HORROR! ¿De qué pequeñas arruguitas está esta mujer hablando?

“También es esencial un tinte para esas canas rebeldes y tan antiestéticas. Este año se llevan mucho los tonos cobrizos...”- La colaboradora continúa hablando- “Y esta crema para la grasa localizada, que debido al cambio de nuestro metabolismo es ya imposible de eliminar sin ayuda...”

Primero, corres hacia el espejo: “¡No puede ser verdad! ¡Pero si tu no habías notado nada!” Por primera vez en mucho tiempo te das cuenta que, la imagen que reflejada en el espejo, no es la que se corresponde con la imagen que tú tienes de ti misma. “Pero, ¿Cuándo ha ocurrido esto?”

Después de una intensa exploración llegas al siguiente resultado: trece canas, grasa localizada que tú pensabas que era los kilitos de más de las Navidades y que irías perdiendo poco a poco y el comienzo de una arruguita en la comisura de los labios y otra al lado del ojo derecho. La cosa pintaba mal...