sábado, 7 de febrero de 2009

San Valentín

Bueno… No lo pudiste evitar… Es catorce de febrero, día de S. Valentín y todo el mundo lo sabe. No has podido resistirte a pasar por el centro comercial y comprar regalos. Al fin y al cabo, aún estamos en rebajas y la camisa de marca, monísima, que le acabas de comprar a tu media naranja, y que estaba a un precio desorbitado, ahora está al veinte por cien menos, del precio desorbitado. Eso sí, los bombones rellenos de Ballantine’s, en una caja roja con un lazo… no estaban precisamente… baratos… pero… ¡Un día es un día! ¿O no?. ¿Entenderá el juego de palabras: S. Valentín – S. Ballantine’s? Mucho me temo que, si no lo han sacado en juego para la PSP… ¡Tendré que explicárselo yo! La tarjeta tampoco era baratita que digamos. Y… ahora que lo piensas… tampoco sabes cuando vas a escribirla, si vas camino de casa en el metro… ¡Ya se me ocurrirá algo!

Lo cierto es que, cuando él me preguntó si íbamos a hacer algo para S. Valentín, le dije que no, que con la crisis es mejor no gastar en tonterías y que tampoco hacía falta consumir para celebrar que se está enamorado, pero… no creo que pensase que lo decía en serio. Sólo era para dar un poco de emoción al asunto. ¿Qué sentido tendría haberle dicho que si? ¿Te imaginas?…

- Pues sí, vamos a celebrarlo.
- ¿Y qué te regalo?
- Pues… regálame ese vestido precioso del escaparate de la esquina en la que me paré mientras paseábamos ayer.
- Qué esquina…
- Tranquilo, ya te doy por escrito la dirección, la talla y las características del vestido, para que no te equivoques.
- ¡Ah! Muy bien… ¿Y dónde te llevo a cenar?
- Pues vamos al restaurante dónde cenamos juntos por primera vez.
- ¡OK! ¿Puedes hacer la reserva?
- ¡Claro! No se te olvide comprarme también una tarjeta de S. Valentín en la que me declares de nuevo tu amor, que eso me hace mucha ilusión.
- Vale… pues tráeme una que te guste del centro comercial…


¡NO!, ¡NO! Y ¡NO!... ¡Estas cosas salen del corazón!


Y es que todo el mundo piensa que los hombres no son románticos, pero eso no es cierto. Al principio, después de haberte buscado miles de veces, de haberte declarado su amor por activa y por pasiva, de haberte suplicado una oportunidad… cuando tú accedes a dársela, entonces, él es el ser más romántico del mundo. Pero tú no estás aún receptiva para ese tipo de cosas, que te resultan demasiado ñoñas (al principio):

- Cariño, te imaginas que un día de S. Valentín me presento en tu trabajo con un ramo de flores y un anillo y te saco en brazos delante de todos tipo “Oficial y caballero”
- No me gusta esa película.
- Bueno, pues que voy a la tele y te pido matrimonio en directo.
- Te mato.
- O que te meto en el coche y te llevo por sorpresa a una casa rural en la sierra con una chimenea de leña y nos quedamos atrapados dentro una semana.
- ¿Qué?


Pero claro, esa fase dura unas dos semanas. Justo lo necesario para que ese tipo de comentarios minen tu cabeza y quedes totalmente abducida por él, y entonces, nunca más vuelve a decirte nada parecido.

- Cariño, ¿Sabes qué día es hoy?
- ¡Pero si dijimos que este año no lo íbamos a celebrar! ¿No me habrás comprado nada?
- Si… te he comprado esto… ¿Te la pruebas?- dices alargando la camisa.
- ¿Pero por qué haces esto?
- No importa. ¿Vamos a ir a cenar a algún sitio?
- ¿Ahora? ¡Pero si dijiste que no! ¡ A ver dónde vamos sin reserva hoy! Además, que juega el Madrid… Otro año, me das por escrito, bien clarito, lo que quieres hacer, verás como esto no vuelve a pasar…


¡No me lo puedo creer! Te metes en tu cuarto realmente decepcionada. Aún no le has dado la caja de bombones. Así que… la abres y te la comes entera. Al fin y al cabo… no iba a entender el juego de palabras y tampoco tienes ganas de explicárselo.

¿En qué podría emplear yo ahora esta tarjeta? ¡Qué desperdicio!

¡Cuánto daño han hecho las series americanas que veíamos a la hora de comer de pequeños!

lunes, 5 de enero de 2009

Los Reyes Magos de Oriente

Desgraciadamente para mí, nunca me creí aquello de los Reyes completamente. A mi madre le molesta que lo diga. Es como sí, de repente, tirase por tierra su misión en la vida como madre, de hacerme crear, y creerme, la ilusión de los tres Reyes de Oriente. En pocas palabras: como si estuviese poniendo en entredicho su valía como “madre”.

¡Qué más hubiese querido yo! Pero es que la teoría hacía aguas por todas partes:

-“Mamá, ¿Cómo han metido los Reyes esta caja tan grande por las rejas de la ventana? ¿Desintegran el regalo y luego vuelven a formarlo al otro lado?”
-“¿Por qué me van dejando regalos por todas las casas: los abuelos, la vecina, los tíos…? Si llegaron a casa ayer ¿Por qué no lo dejaron todo en el mismo sitio? ¡ No me extraña que tarden tanto si se van entreteniendo así!
- ¿Por qué tenemos que “encargar” los regalos antes y escribir una carta? Si son Magos ¿No pueden leerme el pensamiento?
- ¿Por qué se han equivocado trayéndome este juego? ¿Para qué hago la carta si luego traen lo que les da la gana?
- ¿Qué hacen los Reyes en la televisión si los acabamos de despedir en la cabalgata? Además… si iban vestidos de otra manera…
- ¿Qué son esos paquetes envueltos que están en el altillo? ¿Los puedo abrir ya o tengo que esperar a que los pongas al lado de la ventana, como si lo hubiesen traído los Reyes?


Al final, al verse sin recursos, las madres siempre emplean la misma treta:
- "Pues si no crees en los Reyes, no pidas nada, que no te lo van a traer"
Y claro. Tienes que callarte, que así estás más guapa.

Hasta que un día a los Reyes se les empieza a ir la pinza y te regalan unas sábanas de cama de matrimonio, un juego de toallas ó cualquier otro regalo “ajuarero”, que piensas: ¡¿Pero qué mierda es esta?!

- ¿No te ha gustado?.
- Puessssssssssssss. No sé. Es que ¿para qué lo quiero?
- Pues para guardarlo, que ya te hará falta.
- Ya, pero no tengo casa, ni novio, ni trabajo, ni…
- Bueno, pues ya te hará falta.
- Ya pero... cómo sé que me van a pegar estas estas "cerezas" en mi cocina. Imagina que lo pongo todo en tonos azules y…
- ¡Qué más da! Ya verás como te van a venir bien...


Como ves que es inútil… te callas…

Años después, estarás obligado a comprar tu cama, tu cocina y tu baño conforme a tus regalos de Reyes.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Ritos de Navidad

Mucha gente acostumbra a celebrar la Navidad y comenzar el año con algún rito. Yo los tengo todos. Y es que, no me resigno a empezar el año con mal pie y después lamentarme, una debe esforzarse en hacer cuanto esté en su mano.

Para empezar, en cuanto compras lotería, se abre la veda de “embarazadas y chepudos” por los que pasarle el décimo. Normalmente son embarazadas, que todo es más bonito y de mejor rollo que decirle a alguien si le dejas pasar el número por su chepa.

Luego están los christmas, que, a pesar de que el correo postal está en decadencia, alguno cae. Luego haces la típica presentación de Navidad, porque si no te quedas... como a medias (Y todo el mundo sabe que quedarte a medias siempre es una cosa... que no conviene). Con eso todo el “mundo mundial” debería darse por felicitado, pero no, los días claves, cuando quieres relajarte tomando algo tranquilamente, todos aquellos que no tuvieron tiempo de mandarte una tarjeta o un e-mail, deciden llamarte a la vez y pasas la tarde pegado al teléfono. Los que no pueden hablar contigo, porque comunicas, dejan miles de mensajes en tu buzón de voz y SMS, que, al día siguiente, te ves en la obligación de contestar. Creo que, finalmente, felicitas lo mismo una media de tres veces por persona.

Pero la noche de los ritos por excelencia es la última del año.Por esta razón, llevo la típica ropa interior roja que, como tiene que ser regalada, nunca es de mi talla. También llevo una liga con un hilo dorado que atraiga el dinero y que siempre pierdo antes de medianoche y por eso yo creo que mi economía nunca mejora. Como las uvas con piel, granillas y todo para tener la máxima suerte posible, mientras llevo la lista de cosas que quiero que desaparezcan de mi vida en el zapato izquierdo y el derecho levantado, para entrar con buen pie en el año. Justo después, aunque me sienta faltal, bebo una copa de cava con mi anillo de oro sumergido dentro.

Vamos, rito que oigo, rito que hago mío, lo que cada vez resulta mas agotador. Excepto el de cenar lentejas (comida de viejas), como hacen los italianos, buscando la abundancia. Me parece muy poco glamuroso y para eso prefiero quedarme como estoy.

Así que, llegada esta época, me auto-impongo huir de las revistas del corazón, los magacines televisivos y las brujas de la radio, no vaya a ser que se inventen más ritos... y ahí estoy yo, para seguirlos, que a este paso no me va a quedar un minuto libre en todas las fiestas.

Además que siempre termino haciendo algo mal: me atraganto con las uvas, casi me trago el anillo, se me olvida el pie que hay que levantar... ¡Así cómo voy a ir a mejor!

sábado, 29 de noviembre de 2008

La Superstición India

Los mercaderes indios, tienen una superstición muy curiosa. Consiste en creer que, si la primera persona que entra en su tienda, ese día, les compra, eso atraerá su suerte y tendrán muchos clientes que visitarán su tienda, ávidos por comprar. Por eso, muchos turistas, conocedores de esta creencia, madrugan para tener la licencia de regatear hasta un precio más bajo que el resto de las personas que decidan, posteriormente, entrar al mismo local.

Un psicólogo os diría, que esta conducta, es “ligeramente obsesiva”, parecida a aquellas personas que comprueban tres veces que han cerrado la espita del gas, o que han cerrado la puerta, pero, decir que todo el colectivo de mercaderes indios padecen esta anomalía psicológica, me parece mucho decir.

Yo sin embargo, voy mucho más allá. No sólo el día, también cómo se empieza un año o como se estrena un trabajo, o como se empieza la vida misma, determina como irán aconteciendo todos tus avatares.

Y así me explico yo, que siempre llegue a destiempo a todo… Nací al final del “Baby Boom” lo que significa que, a Dios gracias, que había sitio en los colegios públicos para nosotros. El “cole” de mi generación siempre estaba a reventar, nada que ver con las sofisticadas aulas de ahora. Como éramos tantos, no había dinero ni para comprar juguetes, así que, jugábamos con un bote de judías, garbanzos y lentejas, que ya me explico yo la afición al “monopoly”, al mus y a las cartas en general… visto lo visto…

En el instituto teníamos clases de informática, si, pero estábamos cuatro en un ordenador, que terminabas el año sin saber hacer un “copy-paste” porque el espabilado de turno que su padre le regaló un spectrum, ya se encargaba de no dejarte tocarlo porque “eras muy lento”.

¿Y cuando llegamos al mundo laboral? Pues que estaban todos los puestos dados. Claro, es lo que tiene llegar el último, que te tocan las migajas, lo que el resto del “Baby Boom” no había querido.

Y ahí no termina todo: compro piso justo antes de estallar la burbuja inmobiliaria, compro los muebles justo antes de que todas las tiendas se pongan en liquidación, compro los electrodomésticos justo antes de que aparezca el plan renove

Y es que… ¡No me digas que no es justo! ¿De cuántas cosas me habrá privado la vida sólo por no haber nacido en el momento adecuado? Quizá podría haber tenido una vida de novela, haber sido la mujer de un diplomático y haber viajado por todo el mundo, o la musa de un exitoso artista, o disfrutar de una vida envidiable y envidiada, casada con un afamado arquitecto. O podría haber sido otra Madame Curie de la ciencia, una Emilia Pardo Bazán o la nueva Mary Quant de la moda. Estoy tan concentrada y compungida, que apenas me doy cuenta de que una lágrima rueda por mi mejilla.

- ¿Te pasa algo, Cariño?
- ¿No has tenido la sensación de que nunca tendrás lo que quieres, por causas ajenas a ti?
- No sé… Vivo con la mujer que quiero
- No es eso. Es…
- ¿Cuándo te bajo "el periodo" por última vez?


Este comentario te enerva. ¿Por qué los hombres piensan siempre que tu estado de ánimo es culpa de tu síndrome premenstrual?. ¡Vaya falta de empatía! Pero te cabreas mucho más, cuando al mirar por el rabillo del ojo el calendario, te das cuenta que tiene razón.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Tarde de Domingo

Uno de las mayores fuentes de información que existen, son los cafés a media mañana en el trabajo. Sin ellos, andarías como perdido, ajeno al mundo, aislado de resto de los mortales y del conocimiento humano:

- ¿Recuerdas esa chica que estuvo dos semanas trabajando con nosotros hace dos años?
- No.
- Si, mujer, esa que vestía como antes de la guerra, que el año pasado se lió en la copa de Navidad de la Empresa con uno de Finanzas.
- No. No me acuerdo.
- Si, mujer, ese chico moreno que estaba casado con una azafata de Iberia y que por aquel entonces se dejaron, aunque cuentan que hubo “solapamiento” entre esta y la otra.
- Pues no. No caigo.
- ¡Ay hija! ¡Es que estás en el mundo porque tiene que haber de todo! Bueno, da igual. Pues su mejor amiga, se ha dejado después de tres años de relación y dos de hipoteca.
- ¡Madre mía! ¡Y cómo están los pisos ahora!
- Pues sí. Parece ser que llevaban dos domingos sin salir, metidos en casa viendo la tele.
- ¡Ah! ¿Y eso es malo?
- ¿Que si es malo? Ya sabes que no tengo pareja estable desde hace… Bueno… que yo creo que es malísimo. Que una vez… pase, pero dos domingos… eso es la antesala de la rutina, que la pasión se ha acabado, vamos. Y la rutina mata el amor y te lleva a la apatía, que ya no sabes si estás porque estás o por cariño o porqué y el tiempo pasa y de repente tienes cincuenta años y estás fuera del mercado al lado de un vampiro que te ha chupado la energía y la juventud. Y ya es tarde…


Mientras habla, tengo los labios sellados… y asiento mecánicamente, como esos perritos de las bandejas de atrás de los coches, que tan de moda estuvieron es su día.

Así que, después de calentarme el resto de la semana, cuando llega el domingo y mi novio se dispone a sentarse en el sofá después de comer, me levanto y le digo que ¡ni hablar! Que ya no hacemos nunca nada romántico, que se está acabando la pasión y el amor y todo y que hemos entrado en barrena irremediablemente y esto se va a pique si no actuamos rápidamente y que, aprovechando que encienden los adornos navideños, vamos a hacer como cuando estábamos en la ”fase cero” de la relación y nos íbamos de la mano a ver el derroche ingente de energía empleado para tal fin. ¡Ah! Y que no es negociable.

Extrañado, levanta las cejas y accede sin atreverse a decir nada más.

Así que, me arreglo para la ocasión en un intento desesperado por hacer funcionar de nuevo nuestra relación sacando la artillería pesada: el vestido de punto con el que dice siempre que estoy muy sexy, las pinturas de guerra y las botas de taconazo de aguja. Esperemos que eso sea suficiente para volver, al menos, a la “fase uno” de la relación.

Decidimos ir al centro en autobús, porque estos días es una locura sacar el coche y porque las calles iluminadas miradas desde la ventanilla, acurrucada en su pecho, es una imagen muy tierna que siempre sale en las películas sensibleras que hablan de amor.

Recuerdo haber estudiado en la universidad que, la espera en la parada del autobús, sigue una “distribución de Poisson”, pero, lo que no sabía era que, un domingo, vísperas de Navidades, a las cuatro de la tarde, tendía a infinito. Encima, hace un frío horrible y el cielo blanco como la nieve (nunca mejor dicho). En el momento de sentarme en el banco de la marquesina me arrepiento de haber salido de casa, pero no puedo sucumbir ahora, eso sería letal…Así que, decido levantarme y moverme un poco para aguantar el frío.

Ninguno de los dos habla. Más que por nuestra rutina de pareja, porque el frío corta la cara y ni ganas quedan de abrir la boca.

Los pies se me están quedando helados y las botas de “lujo y pasión” me están destrozando los pies. Después de haberme perfilado los labios, me niego a taparme la boca con la bufanda ¡Hay que resistir dignamente! Y no puedo dar mi brazo a torcer ahora.

En la universidad también aprendí la ley de Murphy que dice «Si algo puede salir mal, saldrá mal», con sus corolarios y esto es lo que me viene a la mente cuando empiezo a divisar una especie de plumillas que bajan como meciéndose, desde el cielo… ¡Está nevando!

De reojo miro a mi pareja, mientras hace esfuerzos incalculables por conservar su temperatura corporal. Me duele la garganta y accedo a taparme, estropeándome así el maquillaje. Da lo mismo, mi nariz está colorada y fría y debo estar horrible. Me iría ahora mismo si no fuese porque la idea ha sido mía y por la vehemencia con la que he defendido mis argumentos para nuestra “tarde de domingo romántica”.

De repente, mi novio estornuda. ¡Eso si que no! Si se constipa se pone pesadísimo: “Tengo fiebre. Me encuentro mal. Ponme el termómetro…”. Toda la noche tosiendo y quejándose, con vapores de cebolla para la congestión y apestando a "Vicks Vaporub".

- ¡Pero cariño! ¿Tienes frío?
- Un poco.- Dice con voz lastimera-
- Pues nos vamos a casa ahora mismo, que no quiero que te pongas malo…

Volvemos a casa. Después de tomarnos un vaso de leche caliente, nos sentamos cada uno a una punta del sillón. Él enciende la PSP y yo el portátil. Eso sí, en defensa de nuestro amor diré que nos arropa la misma manta.

jueves, 30 de octubre de 2008

Las Crisis Unen

Margarita, la administrativa (antes secretaria) del despacho, es feliz de nuevo. Resulta que, debido a la crisis de los cincuenta, su marido se había ido de casa con una de veintinueve y, lo peor, sus hijos de veinticinco y veintisiete años, se habían emancipado, “ya”, dejándola sola en casa. Hace dos meses, Margarita estaba sumida sin remedio en una depresión de dimensiones apocalípticas.

- Margarita, mujer, piensa en algo positivo. Ahora tienes tiempo para ti ¿No hay algo que te apeteciese hacer antes y no pudieses?
- Pues no, hija, no tengo ganas de nada. Fíjate que ni la comida hago ya porque, ¡Ya me dirás qué sentido tiene hacer comida para una sola!
- Bueno, pues… ¡vete a un restaurante con una amiga!
- ¡Quita por Dios! A saber como cocinan por ahí y de qué manera. Donde esté la comida casera…
- Ya, pueessss, apúntate a bailes de salón. Hay mucha gente de tu edad que…
- ¡Qué dices! ¡Ahí no van nada más que aprovechados!¡Separados deseando pillar a una con la que darse un revolcón!
- Mujer, habrá de todo, digo yo…
- Otros sinvergüenzas como mi marido… ¡Ala! Ya me has recordado otra vez a ese malnacido. ¡Mira que irse con una que casi tiene la edad de sus hijos! ¡Qué disgusto, niña! ¡Qué disgusto!
- Mujer, Margarita, deja de pensar en eso…
- ¿Y mis hijos? Los pobres niños, solitos… Si es que pienso en qué estarán comiendo y se me hace un nudo en la garganta.
- Bueno, niños, niños…
- Nada, niña, que no veo yo salida. Que estoy como muerta en vida. Que se me cae la casa encima… Ya no sirve una para nada…


Pero, gracias a la crisis, su vida cambió por completo. Resulta que, la empresa de su marido, después de planear un ERE y entrar en suspensión de pagos, cerró las puertas sin avisar y sin dar explicaciones. Ahora están pendientes de juicio, pero, mientras que sale, mientras que no, su economía se achuchó y, ese ático que alquiló en el centro de Madrid, su “nidito de amor”, empezó a ser un poco caro. Parece ser que, tras insinuarle a su “novia” la posibilidad de pagarlo a medias o mudarse a otro más modesto, ella le dijo que, para pasar penurias, prefería estar con alguien de su edad, que por lo menos los de su edad... bla, bla, bla... y ese fue el fin de su relación y de su “abandono del hogar”, volviendo de nuevo a casa.

Por su parte, los hijos. Perdieron su trabajo a media jornada y decidieron volver a casa.

- Buenos días, Margarita, ¿Qué tal el fin de semana?
- Fatal, hija, fatal, echa una esclava.
- ¡Y eso!
- Pues ya ves, seis camas todos los días, que he tenido que hacer.
- ¿Seis camas?
- ¡Claro mujer! ¡No pensarás que duerma con Ernesto, después de lo que me ha hecho…
- ¿Pensé que le habías perdonado?
- ¡Ah, no! Lo que pasa que me daba pena. ¡Tú sabes lo delgado que vino!
- A lo mejor era por el gimnasio, como dices que “la innombrable” era monitora de aerobic…
- ¡Que va! Lo que pasa es que, “la innombrable”, ni cocinaba ni nada. ¡Una cabeza loca! Ya ves, cambiarla por mí…¡ Bien que le habrá pesado!
- Claro. ¿Y las otras cuatro camas?
- Pues los niños, que vinieron con “las amigas” y sacaron las supletorias. A mí no me gustan estas cosas, pero… mejor no comentar nada.
- Supongo que no pensarías que se habían emancipado sólo por tener un gasto de alquiler más…
- Si, pero… ¡Es que estas son unas frescas! ¿Tú sabes que lío? Lavadoras para seis, compra para seis, comida para seis… que si yo soy vegetariana, que si yo estoy a régimen…
- ¿Y no te ayudaban?
- ¡En mis cosas que no toque nadie! No me gustan a mí de cualquier manera…Por cierto ¿Tú tenías novio, no? ¿Pero vais en serio?
- Margarita, mujer, llevamos casi seis años juntos…
- ¡Es que harías tan buena pareja con mi Luis, con lo bueno que es y la mala suerte que tiene con las chicas! Menos mal que mientras tenga a su madre… ¡Imagínate que fin de semana! Los seis allí metidos… que no puede una ni relajarse…¡ Ahora, que tenía mi propia vida! Que estaba pensando en hacer reforma y dar uno de los dormitorios a la cocina ¿sabes? ¡Y lo apañadito que lo tenía todo viviendo yo sola!


Mientras Margarita despotrica de su fin de semana, un brillo especial envuelve sus ojos.
Está visto: “Lo quieran reconocer o no, la crisis, está uniendo a las familias.”

miércoles, 15 de octubre de 2008

Quiero Ser Papá

En esencia, hay dos tipos de hombres: los que no quieren niños bajo ningún concepto y los que si. Los primeros, mayoritariamente, se niegan a compartir su pareja con otra persona. Piensan que, a pesar de que en un “cuerpo a cuerpo” con el niño, ellos siempre saldrían victoriosos, ante las “armas psicológicas” de su vástago, no tendrán nada que hacer y se verán relegados a un segundo lugar, imposible de modificar, sean cuales sean los méritos que haga porque eso cambie.

Los segundos, llegada la treintena, tras un regate en el parque con un pequeño al que se le ha escapado el balón, vuelven con cara de lelo pronunciando siempre la misma frase : “Quiero ser papá”, mientras te tocan la barriga, que a veces pienso, si no creerán que las mujeres somos “tupper” con niños dentro.

Yo imagino la idea romántica de esos padres: un “Miniyo” por el mundo con el que poder jugar al fútbol en el parque, ponerle un pijamita de su equipo favorito... ¡Y esos domingos interminables jugando con el scalextric!, que seguro que años después, en una conversación de universitarios en el césped del campus sobre su infancia, él dirá:

- “Pues mi padre me obligaba a jugar al scalextric todos los domingos”
- “¿Scalextric? ¿Y eso que es?”
- “Pues un juego “carca” en el que, después de desmontar todo el salón, se montaba un circuito de coches para dar vueltas.”
- “¡Qué chungo! ¿No?”
- ¡Ya te digo! Sobretodo porque cada vez que lo montábamos, dejábamos a mi madre encerrada en la cocina o el pasillo, como el piso era pequeño...
- ¡Que cosas tenían estos viejos!


Y es que, no sé de qué hablarán los padres jóvenes o recién estrenados “en sus corrillos” pero la idea femenina de traer un hijo al mundo, no motiva en absoluto: estrías, varices, lumbalgia, pezones agrietados, cuarentena, ojeras de no dormir, ejercicios Hegel... ¡Como para no querer al niño después!

Después del parto, el objetivo más alentador, estéticamente hablando, es el de volver a entrar en tus antiguos pantalones y la esperanza de, en un futuro lejano, cuando ya no tengas que correr detrás de el/la niño/a, volver a ponerte esos zapatos de “pasión y lujo”, con taconazo de aguja y terminado en punta, que tanto te gustaban...

Y es que además los hombres, se olvidan de que, ese ser, es un ser nuevo, con sus propias ideas y sus propios gustos, cosa a la que, creo que las mujeres estamos más preparadas.

Si ir más lejos, el otro día me sorprendió la contestación que me dio un compañero de trabajo, al preguntarle si no quería tener un niño, además de una niña:

- “Antes sí, pero ahora lo he pensado mejor y prefiero sólo niñas. Así no me disgustaré si el niño me sale “raro” y prefiere leer a jugar al fútbol, o detesta mi afición a la caza. Con las niñas ya supones que pasará esto, y si al final decide seguirte, será una alegría que te encuentras”

Supongo que su pensamiento era sensato, pero yo, a su vez, pensaba:

- “¡Un hijo que prefiere leer a jugar al fútból!. Sería el sueño de cualquier madre...”