miércoles, 17 de diciembre de 2008

Ritos de Navidad

Mucha gente acostumbra a celebrar la Navidad y comenzar el año con algún rito. Yo los tengo todos. Y es que, no me resigno a empezar el año con mal pie y después lamentarme, una debe esforzarse en hacer cuanto esté en su mano.

Para empezar, en cuanto compras lotería, se abre la veda de “embarazadas y chepudos” por los que pasarle el décimo. Normalmente son embarazadas, que todo es más bonito y de mejor rollo que decirle a alguien si le dejas pasar el número por su chepa.

Luego están los christmas, que, a pesar de que el correo postal está en decadencia, alguno cae. Luego haces la típica presentación de Navidad, porque si no te quedas... como a medias (Y todo el mundo sabe que quedarte a medias siempre es una cosa... que no conviene). Con eso todo el “mundo mundial” debería darse por felicitado, pero no, los días claves, cuando quieres relajarte tomando algo tranquilamente, todos aquellos que no tuvieron tiempo de mandarte una tarjeta o un e-mail, deciden llamarte a la vez y pasas la tarde pegado al teléfono. Los que no pueden hablar contigo, porque comunicas, dejan miles de mensajes en tu buzón de voz y SMS, que, al día siguiente, te ves en la obligación de contestar. Creo que, finalmente, felicitas lo mismo una media de tres veces por persona.

Pero la noche de los ritos por excelencia es la última del año.Por esta razón, llevo la típica ropa interior roja que, como tiene que ser regalada, nunca es de mi talla. También llevo una liga con un hilo dorado que atraiga el dinero y que siempre pierdo antes de medianoche y por eso yo creo que mi economía nunca mejora. Como las uvas con piel, granillas y todo para tener la máxima suerte posible, mientras llevo la lista de cosas que quiero que desaparezcan de mi vida en el zapato izquierdo y el derecho levantado, para entrar con buen pie en el año. Justo después, aunque me sienta faltal, bebo una copa de cava con mi anillo de oro sumergido dentro.

Vamos, rito que oigo, rito que hago mío, lo que cada vez resulta mas agotador. Excepto el de cenar lentejas (comida de viejas), como hacen los italianos, buscando la abundancia. Me parece muy poco glamuroso y para eso prefiero quedarme como estoy.

Así que, llegada esta época, me auto-impongo huir de las revistas del corazón, los magacines televisivos y las brujas de la radio, no vaya a ser que se inventen más ritos... y ahí estoy yo, para seguirlos, que a este paso no me va a quedar un minuto libre en todas las fiestas.

Además que siempre termino haciendo algo mal: me atraganto con las uvas, casi me trago el anillo, se me olvida el pie que hay que levantar... ¡Así cómo voy a ir a mejor!

sábado, 29 de noviembre de 2008

La Superstición India

Los mercaderes indios, tienen una superstición muy curiosa. Consiste en creer que, si la primera persona que entra en su tienda, ese día, les compra, eso atraerá su suerte y tendrán muchos clientes que visitarán su tienda, ávidos por comprar. Por eso, muchos turistas, conocedores de esta creencia, madrugan para tener la licencia de regatear hasta un precio más bajo que el resto de las personas que decidan, posteriormente, entrar al mismo local.

Un psicólogo os diría, que esta conducta, es “ligeramente obsesiva”, parecida a aquellas personas que comprueban tres veces que han cerrado la espita del gas, o que han cerrado la puerta, pero, decir que todo el colectivo de mercaderes indios padecen esta anomalía psicológica, me parece mucho decir.

Yo sin embargo, voy mucho más allá. No sólo el día, también cómo se empieza un año o como se estrena un trabajo, o como se empieza la vida misma, determina como irán aconteciendo todos tus avatares.

Y así me explico yo, que siempre llegue a destiempo a todo… Nací al final del “Baby Boom” lo que significa que, a Dios gracias, que había sitio en los colegios públicos para nosotros. El “cole” de mi generación siempre estaba a reventar, nada que ver con las sofisticadas aulas de ahora. Como éramos tantos, no había dinero ni para comprar juguetes, así que, jugábamos con un bote de judías, garbanzos y lentejas, que ya me explico yo la afición al “monopoly”, al mus y a las cartas en general… visto lo visto…

En el instituto teníamos clases de informática, si, pero estábamos cuatro en un ordenador, que terminabas el año sin saber hacer un “copy-paste” porque el espabilado de turno que su padre le regaló un spectrum, ya se encargaba de no dejarte tocarlo porque “eras muy lento”.

¿Y cuando llegamos al mundo laboral? Pues que estaban todos los puestos dados. Claro, es lo que tiene llegar el último, que te tocan las migajas, lo que el resto del “Baby Boom” no había querido.

Y ahí no termina todo: compro piso justo antes de estallar la burbuja inmobiliaria, compro los muebles justo antes de que todas las tiendas se pongan en liquidación, compro los electrodomésticos justo antes de que aparezca el plan renove

Y es que… ¡No me digas que no es justo! ¿De cuántas cosas me habrá privado la vida sólo por no haber nacido en el momento adecuado? Quizá podría haber tenido una vida de novela, haber sido la mujer de un diplomático y haber viajado por todo el mundo, o la musa de un exitoso artista, o disfrutar de una vida envidiable y envidiada, casada con un afamado arquitecto. O podría haber sido otra Madame Curie de la ciencia, una Emilia Pardo Bazán o la nueva Mary Quant de la moda. Estoy tan concentrada y compungida, que apenas me doy cuenta de que una lágrima rueda por mi mejilla.

- ¿Te pasa algo, Cariño?
- ¿No has tenido la sensación de que nunca tendrás lo que quieres, por causas ajenas a ti?
- No sé… Vivo con la mujer que quiero
- No es eso. Es…
- ¿Cuándo te bajo "el periodo" por última vez?


Este comentario te enerva. ¿Por qué los hombres piensan siempre que tu estado de ánimo es culpa de tu síndrome premenstrual?. ¡Vaya falta de empatía! Pero te cabreas mucho más, cuando al mirar por el rabillo del ojo el calendario, te das cuenta que tiene razón.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Tarde de Domingo

Uno de las mayores fuentes de información que existen, son los cafés a media mañana en el trabajo. Sin ellos, andarías como perdido, ajeno al mundo, aislado de resto de los mortales y del conocimiento humano:

- ¿Recuerdas esa chica que estuvo dos semanas trabajando con nosotros hace dos años?
- No.
- Si, mujer, esa que vestía como antes de la guerra, que el año pasado se lió en la copa de Navidad de la Empresa con uno de Finanzas.
- No. No me acuerdo.
- Si, mujer, ese chico moreno que estaba casado con una azafata de Iberia y que por aquel entonces se dejaron, aunque cuentan que hubo “solapamiento” entre esta y la otra.
- Pues no. No caigo.
- ¡Ay hija! ¡Es que estás en el mundo porque tiene que haber de todo! Bueno, da igual. Pues su mejor amiga, se ha dejado después de tres años de relación y dos de hipoteca.
- ¡Madre mía! ¡Y cómo están los pisos ahora!
- Pues sí. Parece ser que llevaban dos domingos sin salir, metidos en casa viendo la tele.
- ¡Ah! ¿Y eso es malo?
- ¿Que si es malo? Ya sabes que no tengo pareja estable desde hace… Bueno… que yo creo que es malísimo. Que una vez… pase, pero dos domingos… eso es la antesala de la rutina, que la pasión se ha acabado, vamos. Y la rutina mata el amor y te lleva a la apatía, que ya no sabes si estás porque estás o por cariño o porqué y el tiempo pasa y de repente tienes cincuenta años y estás fuera del mercado al lado de un vampiro que te ha chupado la energía y la juventud. Y ya es tarde…


Mientras habla, tengo los labios sellados… y asiento mecánicamente, como esos perritos de las bandejas de atrás de los coches, que tan de moda estuvieron es su día.

Así que, después de calentarme el resto de la semana, cuando llega el domingo y mi novio se dispone a sentarse en el sofá después de comer, me levanto y le digo que ¡ni hablar! Que ya no hacemos nunca nada romántico, que se está acabando la pasión y el amor y todo y que hemos entrado en barrena irremediablemente y esto se va a pique si no actuamos rápidamente y que, aprovechando que encienden los adornos navideños, vamos a hacer como cuando estábamos en la ”fase cero” de la relación y nos íbamos de la mano a ver el derroche ingente de energía empleado para tal fin. ¡Ah! Y que no es negociable.

Extrañado, levanta las cejas y accede sin atreverse a decir nada más.

Así que, me arreglo para la ocasión en un intento desesperado por hacer funcionar de nuevo nuestra relación sacando la artillería pesada: el vestido de punto con el que dice siempre que estoy muy sexy, las pinturas de guerra y las botas de taconazo de aguja. Esperemos que eso sea suficiente para volver, al menos, a la “fase uno” de la relación.

Decidimos ir al centro en autobús, porque estos días es una locura sacar el coche y porque las calles iluminadas miradas desde la ventanilla, acurrucada en su pecho, es una imagen muy tierna que siempre sale en las películas sensibleras que hablan de amor.

Recuerdo haber estudiado en la universidad que, la espera en la parada del autobús, sigue una “distribución de Poisson”, pero, lo que no sabía era que, un domingo, vísperas de Navidades, a las cuatro de la tarde, tendía a infinito. Encima, hace un frío horrible y el cielo blanco como la nieve (nunca mejor dicho). En el momento de sentarme en el banco de la marquesina me arrepiento de haber salido de casa, pero no puedo sucumbir ahora, eso sería letal…Así que, decido levantarme y moverme un poco para aguantar el frío.

Ninguno de los dos habla. Más que por nuestra rutina de pareja, porque el frío corta la cara y ni ganas quedan de abrir la boca.

Los pies se me están quedando helados y las botas de “lujo y pasión” me están destrozando los pies. Después de haberme perfilado los labios, me niego a taparme la boca con la bufanda ¡Hay que resistir dignamente! Y no puedo dar mi brazo a torcer ahora.

En la universidad también aprendí la ley de Murphy que dice «Si algo puede salir mal, saldrá mal», con sus corolarios y esto es lo que me viene a la mente cuando empiezo a divisar una especie de plumillas que bajan como meciéndose, desde el cielo… ¡Está nevando!

De reojo miro a mi pareja, mientras hace esfuerzos incalculables por conservar su temperatura corporal. Me duele la garganta y accedo a taparme, estropeándome así el maquillaje. Da lo mismo, mi nariz está colorada y fría y debo estar horrible. Me iría ahora mismo si no fuese porque la idea ha sido mía y por la vehemencia con la que he defendido mis argumentos para nuestra “tarde de domingo romántica”.

De repente, mi novio estornuda. ¡Eso si que no! Si se constipa se pone pesadísimo: “Tengo fiebre. Me encuentro mal. Ponme el termómetro…”. Toda la noche tosiendo y quejándose, con vapores de cebolla para la congestión y apestando a "Vicks Vaporub".

- ¡Pero cariño! ¿Tienes frío?
- Un poco.- Dice con voz lastimera-
- Pues nos vamos a casa ahora mismo, que no quiero que te pongas malo…

Volvemos a casa. Después de tomarnos un vaso de leche caliente, nos sentamos cada uno a una punta del sillón. Él enciende la PSP y yo el portátil. Eso sí, en defensa de nuestro amor diré que nos arropa la misma manta.

jueves, 30 de octubre de 2008

Las Crisis Unen

Margarita, la administrativa (antes secretaria) del despacho, es feliz de nuevo. Resulta que, debido a la crisis de los cincuenta, su marido se había ido de casa con una de veintinueve y, lo peor, sus hijos de veinticinco y veintisiete años, se habían emancipado, “ya”, dejándola sola en casa. Hace dos meses, Margarita estaba sumida sin remedio en una depresión de dimensiones apocalípticas.

- Margarita, mujer, piensa en algo positivo. Ahora tienes tiempo para ti ¿No hay algo que te apeteciese hacer antes y no pudieses?
- Pues no, hija, no tengo ganas de nada. Fíjate que ni la comida hago ya porque, ¡Ya me dirás qué sentido tiene hacer comida para una sola!
- Bueno, pues… ¡vete a un restaurante con una amiga!
- ¡Quita por Dios! A saber como cocinan por ahí y de qué manera. Donde esté la comida casera…
- Ya, pueessss, apúntate a bailes de salón. Hay mucha gente de tu edad que…
- ¡Qué dices! ¡Ahí no van nada más que aprovechados!¡Separados deseando pillar a una con la que darse un revolcón!
- Mujer, habrá de todo, digo yo…
- Otros sinvergüenzas como mi marido… ¡Ala! Ya me has recordado otra vez a ese malnacido. ¡Mira que irse con una que casi tiene la edad de sus hijos! ¡Qué disgusto, niña! ¡Qué disgusto!
- Mujer, Margarita, deja de pensar en eso…
- ¿Y mis hijos? Los pobres niños, solitos… Si es que pienso en qué estarán comiendo y se me hace un nudo en la garganta.
- Bueno, niños, niños…
- Nada, niña, que no veo yo salida. Que estoy como muerta en vida. Que se me cae la casa encima… Ya no sirve una para nada…


Pero, gracias a la crisis, su vida cambió por completo. Resulta que, la empresa de su marido, después de planear un ERE y entrar en suspensión de pagos, cerró las puertas sin avisar y sin dar explicaciones. Ahora están pendientes de juicio, pero, mientras que sale, mientras que no, su economía se achuchó y, ese ático que alquiló en el centro de Madrid, su “nidito de amor”, empezó a ser un poco caro. Parece ser que, tras insinuarle a su “novia” la posibilidad de pagarlo a medias o mudarse a otro más modesto, ella le dijo que, para pasar penurias, prefería estar con alguien de su edad, que por lo menos los de su edad... bla, bla, bla... y ese fue el fin de su relación y de su “abandono del hogar”, volviendo de nuevo a casa.

Por su parte, los hijos. Perdieron su trabajo a media jornada y decidieron volver a casa.

- Buenos días, Margarita, ¿Qué tal el fin de semana?
- Fatal, hija, fatal, echa una esclava.
- ¡Y eso!
- Pues ya ves, seis camas todos los días, que he tenido que hacer.
- ¿Seis camas?
- ¡Claro mujer! ¡No pensarás que duerma con Ernesto, después de lo que me ha hecho…
- ¿Pensé que le habías perdonado?
- ¡Ah, no! Lo que pasa que me daba pena. ¡Tú sabes lo delgado que vino!
- A lo mejor era por el gimnasio, como dices que “la innombrable” era monitora de aerobic…
- ¡Que va! Lo que pasa es que, “la innombrable”, ni cocinaba ni nada. ¡Una cabeza loca! Ya ves, cambiarla por mí…¡ Bien que le habrá pesado!
- Claro. ¿Y las otras cuatro camas?
- Pues los niños, que vinieron con “las amigas” y sacaron las supletorias. A mí no me gustan estas cosas, pero… mejor no comentar nada.
- Supongo que no pensarías que se habían emancipado sólo por tener un gasto de alquiler más…
- Si, pero… ¡Es que estas son unas frescas! ¿Tú sabes que lío? Lavadoras para seis, compra para seis, comida para seis… que si yo soy vegetariana, que si yo estoy a régimen…
- ¿Y no te ayudaban?
- ¡En mis cosas que no toque nadie! No me gustan a mí de cualquier manera…Por cierto ¿Tú tenías novio, no? ¿Pero vais en serio?
- Margarita, mujer, llevamos casi seis años juntos…
- ¡Es que harías tan buena pareja con mi Luis, con lo bueno que es y la mala suerte que tiene con las chicas! Menos mal que mientras tenga a su madre… ¡Imagínate que fin de semana! Los seis allí metidos… que no puede una ni relajarse…¡ Ahora, que tenía mi propia vida! Que estaba pensando en hacer reforma y dar uno de los dormitorios a la cocina ¿sabes? ¡Y lo apañadito que lo tenía todo viviendo yo sola!


Mientras Margarita despotrica de su fin de semana, un brillo especial envuelve sus ojos.
Está visto: “Lo quieran reconocer o no, la crisis, está uniendo a las familias.”

miércoles, 15 de octubre de 2008

Quiero Ser Papá

En esencia, hay dos tipos de hombres: los que no quieren niños bajo ningún concepto y los que si. Los primeros, mayoritariamente, se niegan a compartir su pareja con otra persona. Piensan que, a pesar de que en un “cuerpo a cuerpo” con el niño, ellos siempre saldrían victoriosos, ante las “armas psicológicas” de su vástago, no tendrán nada que hacer y se verán relegados a un segundo lugar, imposible de modificar, sean cuales sean los méritos que haga porque eso cambie.

Los segundos, llegada la treintena, tras un regate en el parque con un pequeño al que se le ha escapado el balón, vuelven con cara de lelo pronunciando siempre la misma frase : “Quiero ser papá”, mientras te tocan la barriga, que a veces pienso, si no creerán que las mujeres somos “tupper” con niños dentro.

Yo imagino la idea romántica de esos padres: un “Miniyo” por el mundo con el que poder jugar al fútbol en el parque, ponerle un pijamita de su equipo favorito... ¡Y esos domingos interminables jugando con el scalextric!, que seguro que años después, en una conversación de universitarios en el césped del campus sobre su infancia, él dirá:

- “Pues mi padre me obligaba a jugar al scalextric todos los domingos”
- “¿Scalextric? ¿Y eso que es?”
- “Pues un juego “carca” en el que, después de desmontar todo el salón, se montaba un circuito de coches para dar vueltas.”
- “¡Qué chungo! ¿No?”
- ¡Ya te digo! Sobretodo porque cada vez que lo montábamos, dejábamos a mi madre encerrada en la cocina o el pasillo, como el piso era pequeño...
- ¡Que cosas tenían estos viejos!


Y es que, no sé de qué hablarán los padres jóvenes o recién estrenados “en sus corrillos” pero la idea femenina de traer un hijo al mundo, no motiva en absoluto: estrías, varices, lumbalgia, pezones agrietados, cuarentena, ojeras de no dormir, ejercicios Hegel... ¡Como para no querer al niño después!

Después del parto, el objetivo más alentador, estéticamente hablando, es el de volver a entrar en tus antiguos pantalones y la esperanza de, en un futuro lejano, cuando ya no tengas que correr detrás de el/la niño/a, volver a ponerte esos zapatos de “pasión y lujo”, con taconazo de aguja y terminado en punta, que tanto te gustaban...

Y es que además los hombres, se olvidan de que, ese ser, es un ser nuevo, con sus propias ideas y sus propios gustos, cosa a la que, creo que las mujeres estamos más preparadas.

Si ir más lejos, el otro día me sorprendió la contestación que me dio un compañero de trabajo, al preguntarle si no quería tener un niño, además de una niña:

- “Antes sí, pero ahora lo he pensado mejor y prefiero sólo niñas. Así no me disgustaré si el niño me sale “raro” y prefiere leer a jugar al fútbol, o detesta mi afición a la caza. Con las niñas ya supones que pasará esto, y si al final decide seguirte, será una alegría que te encuentras”

Supongo que su pensamiento era sensato, pero yo, a su vez, pensaba:

- “¡Un hijo que prefiere leer a jugar al fútból!. Sería el sueño de cualquier madre...”

domingo, 28 de septiembre de 2008

Que Se Te Pasa El Arroz

Soltera, más de treinta y con pareja estable… ¿Cuál pensáis que es la frase que más veces oyes en el marco de tu vida social?. Exacto: “¡Que se te pasa el arroz!

En realidad, la mayoría de las veces, tu sutil “sexto sentido” conoce el verdadero significado de estas palabras, que, lejos de ser bienintencionadas, encierran una maldición: “Tú, sigue. Sigue, sigue durmiendo hasta las tantas. Sigue realizando viajes maravillosos en septiembre, en vez de sufrir la vuelta al cole. Sigue con tu vida independiente y tus gustos culturales. Sigue con tu carrera profesional y esa ajetreada vida social… porque… pronto lo pagarás caro. ¡Nunca podrás ser madre! Ja, ja , ja, jaaaaaaaaaaaaaa”

Ya dije que, para mí, el “instinto maternal” va mucho más allá del mero hecho de parir tus propios hijos. Una puede cuidar al niño de una amiga toda la tarde, poniendo lo mejor de ella misma: su dinero, su tiempo, su creatividad, su alma... Protegiéndole con su propia vida si fuese necesario. Pero con la salvedad de que, esa noche, podrá dormir de un tirón y su madre no.

Recuerdo una entrevista de Lucía Bosé, en la que decía algo que me sorprendió bastante. Ella, en contra de lo “políticamente correcto en una madre” decía que, la familia de uno, son sus padres y sus hermanos, no sus hijos. Uno, como padre, es la familia de sus hijos, pero no al revés. Además, contaba la anécdota de cómo el médico que le asistía en cada parto, le decía siempre la misma frase: “Acabas de meter a un extraño en tu casa”.

Nadie se atreve a decir que, un bebé recién nacido, sangre de tu sangre, es un extraño, pero en realidad, así es. Una nueva personita con sus defectos, su carácter y sus incompatibilidades con la otra persona que eres tú. De ahí, que mi prima de pequeña desconcertase a su madre preguntándole: “Mamá, y si tengo un hijo y me cae mal, ¿Qué hago?” Ante tal aprieto, sólo había una, inocente y predecible, posible respuesta: “Es que eso es imposible, nunca podría pasar”.

Superado el tabú, una puede permitirse explorar otras posibilidades, como la adopción… si no tuviese pareja. Y es que, no olvidemos que, si de nosotras es el instinto maternal, de ellos es el interés de que sus genes se perpetúen por la eternidad:

- Oye, cariño, tu adoptarías un niño.
- ¿Adoptar?
- Si, un hijo sin partos, cesáreas y estrías…
- Pueeeeeeeeeeeeeeeesssssssssss… no sé… no me lo había planteado. ¡Pero si tener un hijo es una bendición! Todos los esfuerzos reconfortan al final.
- Ya, seguramente. Pero imagina que no pudiese ¿Adoptarías?
- Bueeeeeeeeeeeeeeeeenoooooooooooooo. Supongo que sí.
- Imagínate: Una chinita, o una rusita, o un niño del Sahara…
- ¿Y no podría ser de aquí?
- Sí, claro. Pero imagina que llevamos varios años y no hay ninguno. ¿Adoptarías?
- Supongo que sí…
- O varios… como Brad Pit y Angelina Jolie… ¡Fíjate que diversidad de culturas dentro de una sola familia! ¡Y qué monos que salen en las revistas!
- Vale, vale… pero primero lo intentamos nosotros…
- ¡Vaya! ¡Me lo temía! ¡Ya salió la vena de “macho alfa”!

domingo, 14 de septiembre de 2008

Mi Amiga Lesbiana

No voy a negar que, conocer que mi amiga Conchita (miss urbanización con piscina en las afueras) ahora vivía en Chueca y que, su pareja era otra mujer, fue difícil de asimilar. No por su condición sexual, sinceramente, si no, porque, si ella, musa de todos los hombres en mi juventud, se cambiaba de acera, ¿No se cimbrearían los cimientos en los que se apoyaba la heterosexualidad del resto del grupo de amigas?

Parece ser que, la última vez que “se encontró a sí misma”, había decidido que vivir en el centro de la ciudad, era lo más cómodo, y “salir del armario”, lo que le devolvería la esencia de lo que ella, realmente era. Bueno, algo así me había contado.

Acababa de despedirme de ella y de su pareja. Las dos habíamos quedado “con bicho”, ese día, más que nada, para presentarme ella al suyo. Ahora, iban a visitar una exposición de arte. “Su bicho” es arquitecta de prestigio. Ambas son unas enamoradas de este tipo de cosas.

- ¡Pobre Conchita!
- ¿Por qué dices eso?
- Puesssssssssssssssssss, No sé. Por su nueva vida.
- ¿Qué tiene de malo?- Por un momento, temí el comentario de mi viril y atractiva “media naraja”.-
- Puesssssssssssssssssss, No sé. Que no podrá tener niños de su propia pareja, por ejemplo. Supongo que siempre será mucho más satisfactorio engendrar un hijo de la persona con la que compartes la vida.


¡Criatura! Los hombres siempre empeñados en pensar que el “instinto maternal” se refiere a querer parir los hijos de tu pareja, cuando, es mucho más que eso. Es un instinto de protección al pequeño, al indefenso, somos defensoras del “futuro”, el “mañana” reposa en nuestras manos… No hay más que ver cómo una perra recién parida, por ejemplo, es capaz de amamantar a unos gatitos como si fuesen suyos, embebida por su “instinto maternal”. Una mujer no necesita de parir para ser madre, pero ellos nunca lo aceptarán porque, perderían su papel de padres-engendradores.

- Bueno y porque… siempre dará más equilibrio a la pareja el que haya un hombre y una mujer… polos opuestos, complementarios…

¡Por Dios! No estoy segura de este topicazo ¿quién inventó esta barbaridad? ¿Quiere decir esto que, cuanto más opuestos, más atracción? ¿Por qué entonces no se ven saltar chispas en la calle cuando se cruzan un okupa y una ejecutiva agresiva que vuelve de pilates? ¿O un torero y una antitaurina? ¿O un gañán con Ana Rosa Quintana?. No sería mejor parecerse lo máximo posible? Además… ¿Qué es eso de complementarios? No quiero que me complementen, preferiblemente, que me refuercen en la parte que ya tengo.

Mi novio lleva rato hablando solo.

- Por cierto, ¿qué hora es?
- Las nueve ¿Por qué?
- Porque hoy juega el Madrid… ¡Vamos! No quiero llegar a casa con el partido empezado…


¡No me lo puedo creer! ¡Otra vez! ¿No se dan cuenta estos del fútbol del daño que hacen a las familias españolas y a la vida en pareja? Y… como decía mi abuela: “Que hacen hombres hechos y derechos jugando a la pelota en pantalón corto. ¿Es que no les da vergüenza, con todo lo que hay por hacer en el mundo? ¿No podrían hacer algo de provecho?”

Mientras me cuenta los pormenores del partido, vuelvo la cabeza. Conchita y su novia, suben la calle en dirección al “Círculo de Bellas Artes”, abrazadas… Mientras se alejan, imagino como sería tener una pareja que me llevase a ver una exposición de arte y luego a cenar, pasando del fútbol, con tus mismos gustos, con quien poder cambiarte la ropa, los complementos, el maquillaje, con su propio bolso donde meter los CD’s que se acaba de comprar, que no le importe ir de compras contigo, que te aconseje con sinceridad de lo que te pruebas, no para irnos lo antes posible de la tienda, que conozca verdaderamente tus gustos como mujer…

Está claro. Conchita siempre ha ido un paso por delante de las demás…

lunes, 1 de septiembre de 2008

Todos Estamos en el Mismo Barco

La llegada de aquel mensaje misterioso de Pepi, de recursos Humanos, convocándonos a las unas jornadas de: “Conocimiento y Convivencia” de la empresa, fue el comienzo de todo. No éramos pioneros, varios grupos habían vivido ya esa experiencia, pero, esta vez, era distinto. En el mensaje se decía: “La actividad de grupo se realizará al aire libre; es recomendable llevar ropa cómoda y que no os importe que se manche, y si queréis y os atrevéis podéis utilizar bañador”. Y esto me resultaba inquietante...

De nada sirvió mi mensaje para sonsacar información a Pepi: “Hola Pepi: Me gustaría saber a qué te refieres con lo de la ropa: ¿Se va a poder lavar luego o es posible que se estropee? Un saludo”. Imposible, era una tumba. Así que, me convencí de que, se habría “abierto la veda” del uso de la piscina del hotel y habría alguna prueba en la dinámica de grupos que necesitaría de un voluntario para meterse en la piscina. Aunque la idea de que mis compañeros me vieran en bikini me resultaba poco atractiva, (todo el mundo sabe que el primer baño del verano es un poco traumático) metí en mi maleta uno. Luego pensé, que era mejor meter dos, y más tarde, que no servía de nada llevar bikini sin llevar una toalla, una bolsa y un vestido playero.

Una vez allí durante la hora de la comida, nos dijeron que nos pusiésemos la “ropa informal”. He de aclarar que, de “zapatos informales” no se decía nada. Yo seguí con mi estrategia de saber algo más del incierto futuro que nos esperaba y le pregunté a Pepi si hacía falta toalla. “No creo, pero llévatela por si acaso”. Nada, no había manera. Así que, decidí ponerme el bikini debajo de la ropa y meter en la bolsa la toalla, el bikini de repuesto y el vestido playero, con riesgo de terminar haciendo el ridículo soberanamente, pues era la única que lo llevaba.

Nuestras actividades eran una especie de “gymkana” en el club de piragüismo de Aranjuez, al lado del río. Yo, que no me imaginaba aquello, me había llevado unas sandalias de plataforma, nada indicadas para andar por las orillas de un río. Pensé que, si se me enganchaba una garrapata y me daban unas fiebres de esas malísimas, al menos, se consideraría enfermedad laboral y decidí hacer “de tripas corazón”.

Todo iba perfecto hasta que hubo que montar en la canoa. Sacaron un montón de chalecos salva-vidas y a mí se me cambió la cara. ¡No os preocupéis, hay que hacer mucho el indio para que se vuelque la canoa!,nos dijo un monitor. El problema era que, ¡De indios, ya íbamos! La temática de los juegos era esa. Dudé entre los colores de los chalecos que había, pero, finalmente, fui práctica y escogí uno de los chalecos de adulto, el último que quedaba, a pesar de que estaba mojado. Iba a meterme en la canoa, cuando tuve una visión de mí misma, nadando en el río con aquellas sandalias y decidí quitármelas.

Bueno... todo el grupo en sus puestos... ¡Un momento! A última hora, se nos añade un tripulante. Era el Jefe indio Antúnez, director de recursos humanos, dispuesto a coordinarnos de manera eficiente. “¡Vamos! ¡Más deprisa! ¡Qué os torcéis! ¡Venga!... ¡Hay que abordar a esa canoa!” A la vuelta del recorrido, genial idea: “¡Vamos a hacer una carrera!” (¡craso error!..) Muy bien, pues ahí vamos dispuestos todos, con nuestros compañeros mirando como si estuviéramos locos, adelantando a una canoa, a otra, cada vez creciéndonos más... hasta que...de repente... aparece una rama cruzando por la rivera izquierda y nosotros vamos directos a ella ¡Díos mío!. Hay quien dice que en un momento como este le pasa la vida de principio a fin, pero yo, sólo podía pensar en la boda que tenía ese sábado y en que, si esa rama me cruzaba la cara iba a parecer “el Cristo de los Faroles”. Ni el maquillaje más sofisticado me sacaría de esta. Intenté esquivarla apretando mi cara en el cuerpo de mi compañero preparándome para sufrir el impacto... pero... extrañamente, el impacto no fue contra la rama, si no, ¡contra el agua! Con mi chaleco de “adulto”, caí al agua como los gatos, sin mojarme la cabeza, como una boya. A pesar de ese agua turbia y caldosa (aún era junio), que me inquietaba ligeramente, me sentía inmensamente feliz ¡mi cara no había sufrido daño alguno! ¡Estaba salvada para la leer, con la cabeza bien alta, en la boda!

Una vez superada la euforia inicial, nos pusimos a valorar los daños: mi compañera Leticia, en un acto de supervivencia, tuvo que elegir entre salvar las manoletinas o las gafas y, a pesar de que las gafas eran un diseño exclusivo, ¡salvó las manoletinas! Porque... queridos compañeros, en esos momentos críticos, lo material carece de importancia. Carlos, abrió su cartera, en la que se podía ver unas foto de sus niños y unos cuantos billetes, chorreando agua... ¡Y lo peor! La cara de apuro de un monitor, achicando agua y diciendo que NUNCA les había pasado algo así.

Al final, todas y cada una de las previsiones que hice, me sirvieron para algo. Vamos, que si hubiese habido un premio al “mejor meiga”, me lo hubiese llevado yo sin duda alguna.

Hay quien echó la culpa a Isidoro Antúnez de lo sucedido. Parece ser que, el hecho de tener a alguien de pie en la parte de atrás de la embarcación, esquivando una rama de gran tamaño, es incompatible con que ésta se mantenga a flote. Yo, inculta naval, no puedo opinar al respecto. Lo que si digo es: en un proyecto empresarial, en el que, existe un grupo de trabajo formado por personal multidisciplinar (ocho remeros) de todas las direcciones de la empresa, con un objetivo ambicioso (ser los primeros), que pega un vuelco inesperado (y tanto), perdiendo los recursos (remos) para seguir en él, quedando inaccesible su lugar de trabajo (canoa), y sumergido en un ambiente hostil de negro futuro (mas que negro, verde. Verde Tajo) dónde se siente indefenso ¡Algo tendrá que decir al respecto el Director de Recursos Humanos! (Vamos, digo yo).

jueves, 21 de agosto de 2008

Tienes que cuidarte. Cuarta y Última Parte (desenlace final: resignación)

El día que llevas te ha generado mucho estrés y el cuerpo te pide chocolate. ¡Se acabó!. Te vas a la heladería más cercana y te pides una copa “a los tres chocolates con virutas de chocolate y chocolate fundido” Durante unos instantes sabes lo que es ser feliz... pero dura poco... Los remordimientos pronto se apoderan de ti. ¿Pero qué has hecho? ¡Insensata! ¿Pero qué he hecho? ¡Seré insensata!...

“Lo mejor será poner remedio a esto cuanto antes”. En la misma heladería, con la copa-cuerpo del delito todavía allí presente, empiezas una lista infernal con cosas que puedes hacer:

- Hacer aerobic.
- Hacer dieta.
- Comprar cremas para arrugas.
- Comprar un tinte vegetal.
- Andar 10 Km diarios.
- Enterarse de si existe algún champú anti-canas (¿?)

Te propones ponerte al día en un mes. Haces cuentas: necesitas que el día dure más horas. “¿Se podrá hacer una queja en algún sitio para que el día dure más?”. Efectivamente. Deliras.

Echas cuentas de lo que te vas a gastar en el gimnasio, en las cremas, en el dietista... Son tres cuartas partes de tu sueldo. Conclusión: ¡Además tu sueldo es una mierda! ¿Pero cómo puedes haber estado viviendo en la ignorancia tanto tiempo?

Hoy no es tu día. Es mejor irse. Es la primera vez que vas de rebajas y no te compras nada. Alguna vez oíste a alguien decir algo así, pero no creíste que eso pudiese ser verdad.

Cuando tu pareja llega a casa ya te has acostado:

- “¿Te pasa algo cariño?”
- “No sé, creo que es la edad”
- ¿Qué tal tu día de vacaciones?
- Fatal, tengo la sensación de haber envejecido 10 años de golpe.
- ¡Ah, pues yo te veo muy bien! -Te tapas la cabeza pensando en lo bonito que sería haber nacido hombre. ¿Por qué Ellos nunca se dan cuenta de nada? ¿Por qué ellos si pueden vivir felices en la ignorancia?

martes, 19 de agosto de 2008

Tienes que cuidarte. Tercera Parte (pero la realidad te alcanza)

Llegas a los grandes almacenes ¡Por fin!. Miras la ropa. Ves un vestido ideal de la talla S. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. No te vale. Ves un vestido de la talla M no tan ideal. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. No te vale. Ves un vestido de la talla L. Esperas la cola del probador. Te lo pruebas. Podría valerte, pero se te pega demasiado al abdomen. Lo sueltas. Ves un vestido de la talla XL. Esperas la cola del probador. Lo miras. Te toca entrar en el probador. Lo miras. Lo sueltas sin probártelo. El vestido es “como de muy mayor”. Hablas con la dependienta:

- Por favor, este vestido de la talla S. ¿No lo tiene en la talla XL?
- En esa talla no ha venido.
¿Es que te está llamando gorda? ¿Por qué los vestidos monos no tienen tu talla? Decides salir de la tienda.

Podrías llamar a tu mejor amiga, ella te entendería. Pero recuerdas que la última vez que hablaste con ella estaba toda deprimida pensando en que hacía un año ya desde el parto y no se podía poner la ropa de antes de quedarse embarazada. En su momento no te la tomaste en serio, creíste que exageraba. Decides no llamarla por fin.

Sumida en la desesperación, te vas a comer. ¡Mejor un vegetariano!- Piensas. Lo cierto es que te hincharías a chocolate, si pudieras, o a helado... La carta del vegetariano tiene el equivalente de todos los platos en calorías. Te decides por uno de menos de 500 calorías. Comes sin gana el bol de lechuga y tomate y la lasaña verde. ¡Menos mal!, el postre.

- Por favor, ¿puede traer el postre?
- Si, ahora mismo.
La camarera vuelve con un zumo de naranja. Te quieres morir...

domingo, 17 de agosto de 2008

Tienes Que Cuidarte. Segunda Parte (De cuando intentas correr más, que tu propio sino)

Te desmoronas en el sofá y te arrepientes de haber cogido el día de vacaciones, de haber puesto la tele, de los excesos de las Navidades, de las “marcas” que te salen al reír...

Llamas a tu madre:

- ¡Piiiiiiiiiiiiiii, Piiiiiiiiiiiiiiii!
- Dígame.
- ¡Hola mamá!
- ¿Qué pasa hija?
- Te llamo porque me han salido 13 canas y...
- Menuda tontería, bastante has aguantado sin tinte, esto es ley de vida... bla... bla... bla...
Ahora también te arrepientes de haber llamado a tu madre.

Decides salir. “Necesito ir de compras. Salir me vendrá bien...” – Te dices.

Te metes en el metro y empiezas a ver los cartelones de publicidad: ‘Clínica de adelgazamiento Fulanita de tal’, ‘Laser antiarrugas’... ¡El mundo está confabulando contra mí!

Mientras miras las cabezas de la gente sentada en el vagón, y les cuentas las canas, un asiento queda libre. Una niña de unos 15 años de edad, te mira y mira el asiento. Entonces espeta: “Señora, ¿se quiere sentar?”.

“¿Señora?¿Cómo que señora?”- Piensas.

Esa niña con sonrisa “profiden” y su pantalón ajustado, te parece cruel y sin sentimientos. Acaba de hundirte en la miseria. La miras con odio pensando en qué diablos de edad piensa ella que tienes o bien, en que has engordado de nuevo y cree que estás embarazada. Cualquiera de las dos opciones te parece deprimente... y decides sentarte...

viernes, 15 de agosto de 2008

Tienes Que Cuidarte. Primera Parte (de cuando la venda se cae de los ojos).

La vida pasa, sin prisa pero sin pausa, pero una parece que nunca se da cuenta. Se mira al espejo y espera ver a una post-adolescente de 20 años, delgada, de piel estirada y estilizada figura, pero el espejo es cruel, y te devuelve la imagen que de verdad tienes.

Se cree que una persona ve como cada día va cambiando poco a poco, pero eso no es cierto. Una cambia de repente. Se levanta un día de vacaciones, de esos perdidos que la empresa te obliga a coger en enero y que una piensa: “Aprovecho y voy de rebajas”.

A pesar de las “buenas intenciones” para ese día, no se madruga. Ya que se está de vacaciones, ¿Por qué no dormir un poco más? Y ese es el gran error que la llevará a envejecer sin remedio... Con el pijama puesto, una decide encender la tele para ver aquello que nunca ve. Esos programas prohibidos, hechos para amas de casa, que son las únicas que pueden ver la tele a esas horas. Ese es el segundo gran error...

En la pantalla, la presentadora trae como invitada a una jovencísima colaboradora “posh” que nos habla del apasionante mundo de las cremas: “¿Y que nos traes hoy?” “pues traigo una crema ideal para esa difícil edad en la que empiezan a salir esas arruguitas principio de la decadencia, para las treintañeras”.

Una lucecita se enciende en tu cerebro: ¡HORROR! ¿De qué pequeñas arruguitas está esta mujer hablando?

“También es esencial un tinte para esas canas rebeldes y tan antiestéticas. Este año se llevan mucho los tonos cobrizos...”- La colaboradora continúa hablando- “Y esta crema para la grasa localizada, que debido al cambio de nuestro metabolismo es ya imposible de eliminar sin ayuda...”

Primero, corres hacia el espejo: “¡No puede ser verdad! ¡Pero si tu no habías notado nada!” Por primera vez en mucho tiempo te das cuenta que, la imagen que reflejada en el espejo, no es la que se corresponde con la imagen que tú tienes de ti misma. “Pero, ¿Cuándo ha ocurrido esto?”

Después de una intensa exploración llegas al siguiente resultado: trece canas, grasa localizada que tú pensabas que era los kilitos de más de las Navidades y que irías perdiendo poco a poco y el comienzo de una arruguita en la comisura de los labios y otra al lado del ojo derecho. La cosa pintaba mal...